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La funámbula

Equilibristas

Evocar lo que no sucedió

<h3>Evocar lo que no sucedió</h3>

Hoy escribo, hace mucho que no lo hago, leo, creo que vuelvo a leer con la misma compulsión que cuando era adolescente (espero que con más tino, eso si) y a ratos me acucia la necesidad de escribir, pero la acallo con pequeños correos, con cartas inmóviles en el limbo de la correspondencia, en ese borrador eterno. En uno de esos ratos me digo que quizá pueda poner algo de orden en este cuaderno y dejar caer otra hoja suelta, camino de un purgatorio y abandonando el limbo.
Desde el fin de semana pasado una de esas lecturas me empuja apremiantemente, así que me dejo llevar. Es el primer libro de narrativa que leo de Javier Cánaves, “La historia que no pude o no supe escribir”, y es importante esta puntualización porque con anterioridad ya me había empapado de sus versos en varios de sus poemarios. Javier Cánaves está a punto de publicar una nueva novela, “Los artistas”, y quería seguir un orden cronológico con su narrativa, cosa que no lleve a cabo con sus poemas, mi camino hacia su poética transcurrió en sentido inverso, desde un presente hacia un pretérito lírico.
La novela cuenta un viaje, pero no sólo un viaje que nos traslada de un lugar a otro, es también una huida y un encuentro, es un sendero que se abre desde la juventud hasta la necesidad de entrar en las reglas del juego y asumir la edad adulta. Su protagonista, narrador y dueño de los hilos que se manejan a lo largo del relato, corre por ese sendero sin saberlo, sin ser plenamente consciente de que su realidad esta cambiando, modificándose con cada paso que da. O tal vez si, pero desde la perspectiva que concede el presente a la memoria, desde la realidad que puebla a los recuerdos, aunque nunca podamos estar seguros de que esos recuerdos no son fantasmas que hemos imaginado.
Es un relato bello y triste, extremadamente bello y triste. La poética de su autor acompaña todo el relato, va dejando un reguero de pensamientos llenos de delicadeza y tocados por la pesadumbre y la melancolía, en especial cuando Alicia, la mujer fantasma, la mujer soñada, la mujer de todas las caras, habla, en esos diálogos se concentran reflexiones y se establecen las claves y pautas del relato,


“Estoy hablando de la belleza, de la capacidad de dejarnos herir por ella.
¿La belleza?
Quién nunca ha fantaseado con la propia muerte es incapaz de dejarse herir por la belleza.
La belleza y la muerte. Tiene sentido.
Nada lo tiene. Pero resulta alentador pensar lo contrario.
La belleza, el modo de apreciarla o de vivirla, dependiendo de la edad. Al principio identificamos belleza y alegría, pero con el paso del tiempo la cosa cambia. Después no resulta complicado escribir en una misma frase las palabras ¨muerte¨ y ¨belleza¨. Será porque cerca del final, me refiero al final de algo que creímos importante, agudizamos nuestra capacidad perceptiva”

Javier Cánaves nos hace transitar por un paisaje desolador, gran parte del relato transcurre en Fuerteventura, coincidiendo el desierto y la soledad de la mirada externa del narrador con su vacío interior, con su enfermedad sin cura, con su soledad poblada de derrotas. También es una historia de amor, un amor condenado al fracaso y al suicidio porque “Sólo el amor puede salvarnos, pero al final lo único que hace es destruirnos”.
No es una novela fácil de leer, primero porque es triste e incluso, cruel, segundo porque exige del lector atención, se mueve en un mundo de idas y venidas del presente al pasado y para no perder el hilo argumental hay que dejarse llevar al universo construido por el autor, seguir los secretos que nos va desvelando y entrar en el juego del flashback de su mano.
Lean, lean “La historia que no pude o no supe escribir” y comprueben si aún quedan instantes que exprimir entre sus manos o si ya han agotado todas sus renuncias…

El tiempo es un laberinto

<h3>El tiempo es un laberinto</h3>

 

Siguiendo los impulsos del acróbata que habita en mí, me lanzo sobre la hoja en blanco del ordenador, convertida en el alambre sobre el cual transitar. En un año la vida te zarandea en demasiadas ocasiones para que pretendas hacer como si no hubiera pasado nada, y como en una hermosa contradicción, vuelvo a encontrarme en el mismo punto de partida. Releo lo último que dejé aquí y podría suscribirlo hoy palabra por palabra. Me gusta esa sensación, el reconocimiento de lo propio, y, sobre todo, la emoción de tener las ventanas abiertas de par en par.

En este año he leído casi un centenar de libros, he conocido a bastantes personas, me he enriquecido en sentimientos y palabras, he crecido (sólo por dentro, bueno, tal vez por fuera un par de kilos) y he mantenido indelebles algunas de las cosas que me conforman. Nada fuera de lo corriente, lo mismo que cualquiera que me lea.

Y por no perder buenas costumbres, acabé con poesía y con poesía continuo. Hace apenas dos meses Tomas Tranströmer recibió el Premio Nobel de Literatura. Que un poeta salga a la luz siempre es un motivo de alegría, en este caso doble, ya que Tranströmer ha sido un desconocido incluso para los lectores habituales de poesía. Yo no había leído más allá de unos cuantos poemas sueltos en páginas de la red, pero un día magnífico en el Festival Eñe propició que conociera a Carlos Pardo, autor del prólogo de El cielo a medio hacer, y desde entonces el poeta sueco ha encontrado cobijo en mis manos. Es difícil explicar como un anciano sueco encuentra su eco en mí, en la distancia del tiempo y el espacio, pero eso es parte del misterio de la poesía, nada nos es extraño. Me gusta el nuevo Nobel, es limpio y puro, sus versos son sencillos en el exterior, pulidos, y sin embargo, llenos de sutiles imágenes. Bucear entre sus palabras es también abrir una puerta a dejarte invadir por una melancolía oscura no exenta de esperanza, como una moneda de Jano, como el hombre en definitiva (entresaco de sus versos: “Cada persona es una puerta entreabierta / que lleva a una común habitación”). Os dejo uno de sus poemas en prosa (me costó mucho elegirlo, me entusiasman tantos…), disfrutad de Tomas Tranströmer dejaros seducir y recordad, como él mismo dice:”lo escrito no se puede retirar”.

MADRIGAL

Heredé un bosque oscuro al cual rara vez voy. Pero llegará el día en que muertos y vivos cambien de sitio. Entonces, el bosque se pondrá en movimiento. Aún nos queda esperanza. A pesar del trabajo de numerosos policías, el crimen más grave queda sin resolver. Heredé un bosque oscuro, pero hoy camino por otro bosque, el claro. ¡Todo lo viviente que canta serpea se sacude y repta! Es primavera y el aire es muy intenso. Me he graduado en la universidad del olvido y tengo las manos tan vacías como la camisa que cuelga en la cuerda.


Borrachera de vivir

<h3>Borrachera de vivir</h3>

Apenas ayer escribía sobre la necesidad de hablar de mi entre estas hojas sueltas del cuaderno olvidado. Hoy me da la oportunidad un candil que brilla entre las demás luces que me acompañan. Quizás sea por su humildad o, tal vez, porque el aceite que prende en su interior nunca deja de fluir. Blas de Otero me empuja a escribir, llega calladamente a mis manos este poema suyo:

Dentro de poco moriré.
El zafarrancho de mi vida
toca a su fin. El alma está partida,
y el cuerpo a punto de partir. Lo sé.

Amé la vida, sin embargo.
Bien sabes tú que la amé mucho.
Aunque me expulsen de la vida, lucho
aún. Ancho el amor y el dolor largo.

Veo los ríos, me conmueven.
Contemplo un árbol, quedo absorto.
El mar inmenso me parece corto
de luces frente a muertos que se mueven.

He caminado junto al hombre.
Participé sus arduas luchas.
Muchos han sido los fracasos; muchas
más las conquistas que no tienen nombre.

Dentro de poco moriré.
Aqui esta todo mi equipaje.
Cuatro libros, dos lápices, un traje
y un ayer hecho polvo que aventé.

Esto fue todo. No me quejo.
Sé que he vivido intensamente.
(Demasiado intensamente.) Enfrente
está el futuro: es todo lo que os dejo.

(“Penúltima palabra” del poemario “Hojas de Madrid con La galerna”)

Estos versos forman parte del legado inédito de Blas de Otero a su muerte. Han esperado treinta años desde su desaparición para ver la luz. Su último amor, Sabina de la Cruz, ha sido la editora y por fin, en el 2010 ha sido publicado. Escribía el autor a Sabina: “Cuando yo muera, tú te sentarás a la mesa con el pelo entrecano releerás mis papeles, mis cuadernos, mis desdichas”. Y Sabina cumplió las palabras de Blas de Otero.

Yo creo que todos quisiéramos dejar palabras como estas escritas en tinta indeleble en nuestras vidas, conmover el corazón de los demás con ellas y sentir que hemos vivido demasiado intensamente.

Mediada mi vida (siendo sinceros seguramente traspasado ese umbral de la mitad, el tabaco y el estrés no ayudan a alargar los años por vivir) reflexiono sobre ella. No sé si he vivido intensamente, sólo puedo decir que nunca dejé pasar una oportunidad, y si así ocurrió, es que no era “mi oportunidad”. He conocido los pozos negros que siempre tienen salida y los amaneceres brillantes que están cercados de sombras. He caído mil veces y mil una me he levantado para empezar de nuevo, he bebido las doscientas copas del dolor y las cuatrocientas de la dicha (siempre puedo contar más alegrías que penas). Y lo mejor de cuando miro atrás es saber cuanto queda por delante, saber que el camino aún me aguarda con otras mil aventuras y desventuras, que aún me quedan muchas copas que beber en esta borrachera que es vivir.

Y tampoco sé la razón pero en esta mañana de frío de enero, esos días en que menos apetece abrir las ventanas para que no escape el calor de la casa, me he levantado y he corrido los postigos de mis ventanas, la luz ha entrado levantando la oscuridad de los rincones y cuando el sol se reflejaba nítido en las paredes, he abierto de par en par las ventanas dejando que el soplo fresco del aire de este invierno borrara todo el polvo acumulado en los muebles. Y he sentido la necesidad de contarlo… ¡Qué cosas!

Libros, siempre libros...

<h3> Libros, siempre libros... </h3>

Me recuerda C. que prometí dejar constancia de mis reseñas en el cuaderno (claro que no hay que olvidar que su última anotación veleidosa fue el año pasado...). Ahora que han terminado las "malditas Navidades" es un buen momento para abrir más libros, y aunque dos reseñas podrían significar dos anotaciones en este pobre cuaderno olvidado, estamos de rebajas y voy a ofrecer un dos por uno.

El primer libro, de cuidada edición y de autor completamente desconocido para mi hasta que empecé a perderme en sus páginas, es "Un general confederado del Big Sur", de Richard Brautigan. Merece la pena sumergirse entre las páginas del sur más profundo y dejarse llevar por el humor surrealista que rezuma cada una de las situaciones que nos cuenta Brautigan. Una historia de perdedores y seres marginales enfrentándose desde el absurdo a la vida.

El segundo es "Sospecha" de José Ángel Mañas, una novela negra con ritmo de película americana de los cincuenta. Todo transcurre en un Madrid cercano y conocido para todos los que vivimos en esta ciudad que tiende a la locura. Y de eso se nutre la historia, de emociones, sinrazones, pasiones y odios. Entretiene y hace desear saber el desenlace pero cuando llegas a este te quedas con la impresión de que al autor le han dicho que seiscientas páginas es mucho para una novela y él se ha puesto a recortar, dejando una factura descriptiva impecable que se rompe en las últimas treinta páginas. El resto, muy bueno.

Cumplidos mis deberes me dan ganas de escribir más de mi, pero eso habrá que dejarlo para otro día, por ahora, sigo más viva que nunca.

Y me muero por volver

Valdría un "Y decíamos ayer" pero me cuesta volver después de casi dos años con una frase tan concisa, tan pequeña. Aunque es la realidad, ha pasado el tiempo, la vida, y apenas ha cambiado nada. Estoy, como siempre, donde elegí estar. Me ha costado mucho dar este paso. No sabía como comenzar, en que punto de la historia añadir nuevas hojas a este cuaderno. Algunas noches me he paseado por él, sintiéndole como algo extraño y lejano a mí, costándome el reconocerme en muchas de las notas que lo pueblan. He vivido en una especie de amnesia, olvidada de las palabras, toda mi vida impregnada de un sentimiento único que no me dejaba respirar ni una letra. Poco a poco, he ido recuperando la que soy, poco a poco he vuelto a tener ganas de contar, de dejar que los dedos paseen por este viejo teclado. Me he sorprendido algunos días imaginando como podría ser una anotación sobre aquella pintura que me miraba, sobre el poema que dejo un rastro de hormigas en mi piel, sobre la canción que cantaba el chico de la playa. Y empecé a añorar las hojas sueltas, deseé volver atrás y poder escribir "Y decíamos ayer". Del deseo a la acción han pasado meses, dándole vueltas a escribir en otro sitio porque aún me sentía como una ladrona de espacios, porque este era el alambre de la funámbula y yo no era ella. Hoy me siento de nuevo la funámbula, siempre en el alambre, en el filo de la verdad y la mentira, de lo posible y lo imposible, de lo trágico y lo grotesco.

Y si, soy la misma, volveréis a leer sobre pasión, sobre sentimentalismo, sobre emociones y muy poco raciocinio, seguirá sin haber lógica ni cerebro, es mi naturaleza. Volverán a poblar los fantasmas de los suicidas las páginas del cuaderno, los románticos incurables dejarán su tinta indeleble, los ilusos constructores de castillos en el aire me acompañarán, mis obsesiones y mis fobias pugnarán por escapar de la cárcel de mis palabras, mis amores derribarán las tapias de la corrección.

Me siento como el hijo pródigo, hoy más que nunca este cuaderno no es un hijo, es un padre que me vuelve a acoger después de la travesía del desierto, no puede vivir en la arena quien nació para resistir el embate de las olas.

Bienhallados, sigamos con la espiral.

Al azar

<h3>Al azar</h3>

A veces escribo cartas que no viajan a ninguna parte, que vagan sin un punto final entre las hojas propias y extrañas, que no tienen besos, ni firma, ni posdata. A veces escribo cartas que supongo enviadas, que creo recibidas por su destinatario y días después descubro que permanecen en la bandeja de salida, abandonadas a un destino incierto que quiso ser y no fue. A veces escribo cartas que guardo debajo de papeles, encerradas en cofres que poseen sólo una llave que tiré al mar, cartas que debieran habitar mi olvido y sin embargo se empeñan en vivir en mi recuerdo. Otras veces escribo cartas floridas que intentan decir algo y se me olvida entre paréntesis y exclamaciones para que nacieron y llegan vacías y sin sentido a las manos de quien las recibe. Otras veces escribo cartas que nunca han salido de mí, que, como ilusiones, sólo persisten en mi cabeza. También están las cartas que nunca debí mandar, esas que escribo sin pensar, con el corazón golpeando en cada una de las teclas, como si vomitar mi interior hiciera más fácil digerir lo que tengo dentro. También están las cartas escritas y releidas, esas que he visto primero en mi cabeza y luego he mandado con la esperanza de que quien las abre entenderá los párrafos, el por qué de aquellos puntos y respirará con mis comas.

Otros días, como hoy, escribo cartas para gritar que no todo es lo que parece, que ni ayer fue el día más feliz de tu vida ni hoy es el más desdichado, que la ilusión existe y nos acompaña, que los finales son efímeros porque detrás de cada uno hay un nuevo comienzo, que cualquiera puede buscar y mirar, que esta carta no tiene destinatario pero si un final con principio y una posdata. En estas cartas dejo abierta la ventana, el aire frío de diciembre revuelve sus palabras y las hojas que las componen revolotean delante de mí. La vida es un juego en el que tiras los dados al azar, escogiendo caminos que tal vez sean equivocados pero que terminan por ser tu elección. Sólo tengo que alzar mi mano y escoger una de las hojas con alas mecidas por el viento.

¿Cuál?

Esta.

Posdata: "CARTA" - Julia Uceda

La página inundada de silencio.

¿La entiende alguien?

Escribiría: "Oigo

voces de muchos pájaros", o

"Se murió en el olvido", pero

¿lo entiende alguien?

Hábito de silencio,

de voces fragmentadas.

No, probablemente:

mejor ¿informaciones puntuales?,

que se dice.

Y la firma, sin fecha.

El resto del papel, meditando en silencio,

recorrido por la pluma sin tinta,

por la voz de una muda,

se dejará mirar.

Quizá se entienda.

Canción de cumpleaños

<h3>Canción de cumpleaños</h3>

Despacio y sin avisar este cuaderno cumple un año. Tenía que hacer un pastel y poner una vela, dejarle que cerrase los ojos y pidiese un deseo. Soplar después y comenzar a repartir el dulce entre los que pasan por aquí. Pero no he tenido tiempo de tartas ni de ir a comprar velas. En realidad he aguzado el oído para intentar descubrir el deseo secreto que el cuaderno tenía pensado pedir al apagar la vela. He sorprendido a todo un abecedario cuchicheando con la imagen de la lectora funámbula. Hablaban de mudarse, las consonantes y las vocales porque se sienten infrautilizadas, en un trabajo poco valorado donde cada vez les dan tareas de menor importancia, la lectora funámbula de la derecha esta pensando en trasladarse a cualquier ático con vistas, últimamente tiene la impresión de vivir en un sótano. Y todo esto a mi no me extraña, ni me coge desprevenida, la dueña del cuaderno anda rezongando por la vida, poniendo excusas sin mucho sentido, vencida por la pereza y la dejadez.

La dueña del cuaderno, que no es otra que la que ha decidido volver a dar hoy mismo un uso ínfimo a ese abecedario criticón, tiene el corazón sensible y pese a no ponerle una vela a su pequeña creación, esta dispuesta a cumplir su deseo y que se fastidien las vocales, las consonantes y las tildes, y, hasta si me apuras, alguna diéresis perdida, que se aguante en este sótano la lectora del alambre, porque aquí permanecerán todas, descabaladas las más de las veces, pero es que ella las necesita para poder seguir oyendo a los amigos que pasean por el parque de este cuaderno sin hojas. Y esa es aún mejor razón que cumplir los deseos de un caprichoso niño con un año recién cumplido.

Gracias a todos los que habéis cogido alguna vez entre las manos esta libreta llena de anotaciones desperdigadas e inconexas, dejando que la espiral que une los folios que la componen os haya arañado con su brusquedad. Seguramente sin saberlo lográis que cada día se llenen de sentido el alfabeto y la lectora rara del diván, y a través de ellos que una funámbula recorra el cable tensado sabiendo que al otro lado hay emociones compartidas.

Por cierto la funámbula, es decir, esta que os escribe, también cumple los años en un día como hoy, ya sabéis, adoro las casualidades y algunas veces, si ellas no se dejan ver, si se ocultan, las busco y las saco de un tirón de orejas a la pista del circo.

Y quedarme sorda...

<h3>Y quedarme sorda...</h3>

No sé si alguna vez habéis pasado por la labor de cambiar de trabajo después de ocho largos años, pero puedo aseguraros que es una especie de tortura refinada. En primer lugar tienes que dar el paso decisivo, una especie de salto al vacío sin red, porque en cierto modo así me sentí yo cuando decidí que era hora de cambiar las vistas de mi despacho. Me parecía que el abismo se abría bajo mis pies, pero ¿dónde iba yo con los treinta bien pasados, mujer y dos hijas en el haber? Mejor haría en quedarme con las posaderas bien aposentadas en mi silla y dejarme de desvaríos juveniles. Tras debatirme unos días entre hacerlo o no (digo días cuando en realidad han sido meses), cogí la pértiga de funámbula y me dije: “Adelante, vamos al alambre”.

El segundo momento es también conflictivo. Hacer el currículum. El último que tenía debió de morir en algún cambio de ordenador, olvidado entre los datos del disco duro fallecido (no cambio de pc salvo fallecimiento, en este tema reconozco que estoy chapada a la antigua, mi ordenador y yo formamos un matrimonio bien avenido y soy fiel hasta la muerte que es lo único que puede separarnos). ¿Habéis intentado recordar en que año acabasteis vuestros estudios? ¿O aquel trabajo que duró dos años en cuales se inscribe concretamente? Por supuesto mejor ni hablar de los famosos cursos y seminarios que rellenaban en tiempos el currículum. Agotador.

Una vez provista de un apañado medio de darme a conocer, me doy de alta en una página web de empleo. En ese momento caigo en una locura transitoria y, como una vez metidos todos los datos del famoso currículo en dicha web, con un simple clic de ratón envías tu solicitud a la oferta de empleo, me dedico a “clickear” hacia cualquier oferta de trabajo que se adapte minimamente a mi perfil.

Como resultado de esa pasión clickeadora durante unas semanas acudí a entrevistas de trabajo en las que me pagaban peor que en mi puesto de trabajo actual y encima el horario laboral era más largo. Claro que de eso me enteraba cuando ya estaba allí y el/la entrevistador/a me miraba con cara de espanto después de preguntarme en que banda salarial me incluía.

En cualquier caso el resultado ha sido positivo. Cambio de trabajo, debería de decir de lugar de trabajo, ya que el trabajo que realizaré será básicamente el mismo, pero mejor remunerado y con más posibilidades de desarrollo profesional (esto último queda bien, pero lo importante es lo primero, seguro).

Y ahora queda lo peor, cerrar miles de temas pendientes. Nada de llegar quince días antes y soltarle al jefe que sepas que me voy el 29, y no vuelvo. No, no, no. El fastidioso sentido de la responsabilidad me grita al oído y no hay forma de acallarlo. Y por culpa de mi fino oído así ando, desbordada y pensando dos cosas:

“No voy a tener vacaciones. ¿qué imbécil opta por cambiar de trabajo en el mes de julio antes de coger las vacaciones?”

“En el mes de julio, aprovechando que en mi nuevo centro de trabajo hay jornada intensiva, tendré que ir a mi antiguo trabajo todas las tardes para acabar el p… trimestre y el p… Impuesto de Sociedades y las p… Cuentas Anuales.”

Si no me veis ya sabéis donde estoy, intentando provocarme una sordera…

 

 

Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura

<h3>Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura</h3>

Como declaración de principios diré que me gusta Marc Chagall y no por su desbordante fantasía, por su falta de respeto por la realidad, por sus intensos y brillantes colores o por la poesía que tiñe de versos sus imágenes. Decía Picasso de él:"Cuando Chagall pinta, no se sabe si está durmiendo o soñando. Debe tener un ángel en algún lugar de su cabeza". Podría ser por todo esto y mucho más, pero la principal causa es que toca alguna fibra sensible que anida en mi cerebro (ya sabemos que el corazón es sólo un músculo, sin física ni química) y es capaz de conmoverme, de provocar mi sonrisa, mis recuerdos, y, en ocasiones, de traerme a los labios un beso dorado. Da igual que este cuadro se titule "El cumpleaños", para mi lo que fluye desde el cuadro es ese beso leve, sutil y volátil, integrado en una atmósfera onírica. Con los ojos abiertos, con los ojos cerrados. Ella mirando al frente, él, en un escorzo imposible, de espaldas, así se me representa el amor, cada uno con sus utópicos destinos encima, en direcciones contrarias y, sin embargo, unidos por el simple destello de un beso.

Acordándome de ese beso dorado sin final, os dejo con un beso alegre:

 

BESO ALEGRE

Beso alegre, descuidada paloma,

blancura entre las manos, sol o nube;

corazón que no intenta volar porque basta el calor,

basta el ala peinada por los labios ya vivos.

El día se sienta hacia afuera; sólo existe el amor.

Tú y yo en la boca sentimos nacer lo que no vive,

lo que es el beso indestructible

cuando la boca son alas, alas que nos ahogan mientras los ojos se

cierran,

mientras la luz dorada está dentro de los párpados.

Ven, ven, huyamos quietos como el amor;

vida como el calor que es todo el mundo solo,

que es esa música suave que tiembla bajo los pies,

mundo que vuela único, con luz de estrella viva,

como un cuerpo o dos almas, como un último pájaro.

 

Vicente Aleixandre

Pequeñas victorias

Es tarde, silencio, paz, quiero escribir sobre música y color, entonces, detrás de mi, escucho una vocecita:"Mama, no me puedo dormir". No tendría mucha importancia si no fuera porque es medianoche, mañana es día de colegio y esa misma voz me ha dicho algo parecido tres veces en las últimas dos horas. Con un suspiro salgo de la leonera donde desparramo libros, discos, películas y vive el bendito ordenador. Se impone hacer algo más efectivo que contar ovejitas. La llevo de vuelta a su cama y me acuesto a su lado, voy acariciándola suavemente la cabeza, como cuando era un bebe y tenía que tranquilizarla y empiezo a contarle un cuento. Es un cuento inventado, ella es una princesa y tiene un dragón azul por mascota, vuela por encima de campos sembrados de flores de los colores del arco iris. Mientras hilvano frases intento recordar que pasaba por mi cabeza a su edad, apenas seis años recién cumplidos. Me gustaban las historias de caballeros valientes, princesas cautivas y dragones feroces. Imagino que pasará por su limpia memoria, con que soñará. Poco a poco noto su respiración acompasada, se ha dormido abrazada a mí. Entonces me doy unos minutos. Recuerdo que a la edad de mi hija ya dormía tan poco como ahora, tan poco como ella, y de repente un rayo de dolor me cruza. Imagino cuántas noches pasará sin dormir, en vela, cuántas veces la romperán el corazón y yo no estaré allí para ayudarla a recomponerlo, cuántas lágrimas derramará en noches oscuras como está, cuánto dolor salpicará su vida y yo no podré protegerla. Me vienen a la memoria los versos de Goytisolo, ella, que no se llama Julia, también encontrará días en que querrá quedarse al borde del camino, sólo espero que como yo, encuentre bellas razones, tan bellas como ella, para seguir andando.

Esta noche el insomnio se da por vencido mientras pegada al cuerpo de mi hija vuelvo a ser una niña, vuelvo a tener seis años y toda la vida por delante y comprendo, que a pesar de los pesares, tendré amigos, tendré amor, porque la vida comienza cada mañana y para el frío de la soledad y la tristeza no hay mejor calor que el brazo de quien te cree invencible en tu cintura.
Y en mi batalla personal, apunto otra victoria, al fin puedo transcribir este poema, tal vez porque en esta noche he dejado de ser hija para ser madre y ya no duele tanto:

PALABRAS PARA JULIA

Tú no puedes volver atrás

porque la vida ya te empuja

como un aullido interminable.


Hija mía, es mejor vivir

con la alegría de los hombres,

que llorar ante el muro ciego.


Te sentirás acorralada,

te sentirás perdida o sola,

tal vez querrás no haber nacido.


Yo sé muy bien que te dirán

que la vida no tiene objeto,

que es un asunto desgraciado.


Entonces siempre acuérdate

de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.


Un hombre sólo, una mujer

así, tomados de uno en uno,

son como polvo, no son nada.


Pero yo cuando te hablo a ti,

cuando te escribo estas palabras,

pienso también en otros hombres.


Tu destino está en los demás,

tu futuro es tu propia vida,

tu dignidad es la de todos.


Otros esperan que resistas,

que les ayude tu alegría,

tu canción entre sus canciones.


Entonces siempre acuérdate

de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.


Nunca te entregues ni te apartes

junto al camino, nunca digas

no puedo más y aquí me quedo.


La vida es bella, tú verás

como a pesar de los pesares,

tendrás amor, tendrás amigos.


Por lo demás no hay elección

y este mundo tal como es

será todo tu patrimonio.


Perdóname, no sé decirte

nada más, pero tú comprende

que yo aún estoy en el camino.


Y siempre, siempre, acuérdate

de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.


José Agustín Goytisolo

Une historie d’amour

<h3>Une historie d’amour</h3>

La última semana de octubre de 1.911 se habían reunido en Bruselas los químicos y físicos más destacados en un congreso financiado por la empresa Solvay, productora de sosa. El objetivo era discutir cuestiones de física teórica o de química aplicada, sin embargo, la mayoría de los asistentes tenían un interés suplementario y morboso, las secretas relaciones entre un hombre y una mujer, dos de los congresistas más conocidos y prestigiosos. Ambos se comportaban con discreción y tranquilidad, nada hacía pensar que fuesen algo más que dos colegas científicos unidos por un mismo interés profesional. Los asistentes sabían que ella había trabajado en el campo de de la física y había hecho importantes descubrimientos, tanto que le supuso el reconocimiento a través del Nobel de Física. En 1.906 un desgraciado accidente la había dejado viuda. También conocían que él, casado y con tres hijos, había sido alumno en la Sorbona del marido fallecido de la científica. Que había ayudado a ambos en algunos de sus trabajos y que proseguía su labor investigadora.
El resto eran rumores, el joven profesor era considerado un hombre digno de respeto por su talento y por su dedicación al trabajo científico. Aquella dama cuarentona, vestida siempre con trajes oscuros y con las primeras canas en su cabellera lisa recogida en la nuca, ¿quién podría sospechar que fuese capaz de una pasión carnal contraria a la decencia?
Sin embargo el domingo día 5 de noviembre varios ejemplares del periódico "Le Journal" llegaron hasta los congresistas y pudieron leer un artículo escrito por Fernand Hause y titulado "Une historie d'amour...". En él se daba cuenta de la existencia de unas cartas comprometedoras entre los dos adúlteros. La noticia corrió como la pólvora, haciéndose eco en toda la prensa francesa. La dama abandonó el congreso para refugiarse en su casa. Allí, dos días después, el 7 de noviembre recibió un telegrama de la Academia sueca de las Ciencias, comunicándole la concesión del premio Nobel de Química.
A estas alturas de la historia ya no es necesario que os diga los nombres de los protagonistas, si el desenlace, la dama volvió a Paris de dónde había huido intentando evitar el escándalo, el profesor se separó de su esposa. ¿Continuaron sus relaciones? Para casi todos los biógrafos de esta extraordinaria mujer, fuera amor o simple amistad, aquella relación se rompió para siempre. A mi me gusta pensar que no fue así, en un congreso posterior de Solvay en 1.930, todos los asistentes se reunieron para hacerse una fotografía. Ella está en el centro de la primera fila, una mujer seria y sencilla, con su cabellera blanca. A su izquierda esta sentado el profesor de aquella historia y al otro lado de este, el físico que fue amigo y, probablemente, confidente, de los dos.

Escribía Marie en 1.910 a Paul:
"Estamos ligados por un profundo cariño que no debemos permitir que nadie destruya. La destrucción de un sentimiento sincero y profundo como el nuestro, ¿no podría compararse con la muerte de un hijo al que se ha querido y se ha visto crecer?...
Adiós, querido Paul. Tomo tu querida cabeza entre mis manos para acariciarla suavemente con dulce ternura"

Amistad o amor, a veces es difícil poner la distinción entre ambos, a Marie Curie y Paul Langevin les unieron amor sincero, comprensión y tolerancia, trabajos y proyectos comunes, ideales e ilusiones compartidas.

Intermezzo

<h3>Intermezzo</h3>

No, no voy a contaros nada de música, ni siquiera sobre la bellisima película de Gregory Ratoff donde aquella sueca nacida para enamorar a la cámara y el Howard, abandonaban todo por amor (comprobado mi inalterable romanticismo merecería una hoja del cuaderno dedicada en exclusiva). Despues de la tempestad viene la calma. Recojo los destrozos de la caida del servidor de blogia y supongo (porque no he recibido ninguna comunicación que me diga lo contrario) que debo dar por perdidas las dos últimas anotaciones. Aunque soy desorganizada por naturaleza creo que sigo teniendo por ahí las copias de los destrozos y a una, que es muy curiosa con lo que quiere, le gustaría añadirlas al cuaderno. Sólo me surge una duda, también tengo los comentarios recogidos en el correo y me gustaría añadirlos a las anotaciones (casi siempre los comentarios son mejores que los post). Si para alguno de los que amablemente dejais vuestras palabras en este cuaderno supone un problema por favor decirmelo, si no es así el lunes o el martes colgaré las pérdidas de la forma más aproximada que recuerde a su original.

Mientras tanto un fuerte abrazo para todos y aquí seguiré haciendo el camino sobre el alambre, la pértiga dispuesta y, como siempre, sin red.

“Hay dos clases de personas. Los que viven, juegan y mueren.
Y los que se mantienen en equilibrio en la arista de la vida.
Los actores. Y los funámbulos.”
Maxence Fermine - “Nieve”

El pecado de mis labios(PRB I)

<h3>El pecado de mis labios(PRB I)</h3>

Frank Dicksee - "Romeo and Juliet"

ACT III

SCENE V. Capulet's orchard.

Enter ROMEO and JULIET above, at the window

JULIET
Wilt thou be gone? it is not yet near day:
It was the nightingale, and not the lark,
That pierced the fearful hollow of thine ear;
Nightly she sings on yon pomegranate-tree:
Believe me, love, it was the nightingale.

ROMEO
It was the lark, the herald of the morn,
No nightingale: look, love, what envious streaks
Do lace the severing clouds in yonder east:
Night's candles are burnt out, and jocund day
Stands tiptoe on the misty mountain tops.
I must be gone and live, or stay and die.

JULIET
Yon light is not day-light, I know it, I:
It is some meteor that the sun exhales,
To be to thee this night a torch-bearer,
And light thee on thy way to Mantua:
Therefore stay yet; thou need'st not to be gone.

ROMEO
Let me be ta'en, let me be put to death;
I am content, so thou wilt have it so.
I'll say yon grey is not the morning's eye,
'Tis but the pale reflex of Cynthia's brow;
Nor that is not the lark, whose notes do beat
The vaulty heaven so high above our heads:
I have more care to stay than will to go:
Come, death, and welcome! Juliet wills it so.
How is't, my soul? let's talk; it is not day.

JULIET
It is, it is: hie hence, be gone, away!
It is the lark that sings so out of tune,
Straining harsh discords and unpleasing sharps.
Some say the lark makes sweet division;
This doth not so, for she divideth us:
Some say the lark and loathed toad change eyes,
O, now I would they had changed voices too!
Since arm from arm that voice doth us affray,
Hunting thee hence with hunt's-up to the day,
O, now be gone; more light and light it grows.

ROMEO
More light and light; more dark and dark our woes!

Enter Nurse, to the chamber

NURSE
Madam!

JULIET
Nurse?

NURSE
Your lady mother is coming to your chamber:
The day is broke; be wary, look about.

Exit

JULIET
Then, window, let day in, and let life out.

ROMEO
Farewell, farewell! one kiss, and I'll descend.

He goeth down

JULIET
Art thou gone so? love, lord, ay, husband, friend!
I must hear from thee every day in the hour,
For in a minute there are many days:
O, by this count I shall be much in years
Ere I again behold my Romeo!

ROMEO
Farewell!
I will omit no opportunity
That may convey my greetings, love, to thee.

JULIET
O think'st thou we shall ever meet again?

ROMEO
I doubt it not; and all these woes shall serve
For sweet discourses in our time to come.

JULIET
O God, I have an ill-divining soul!
Methinks I see thee, now thou art below,
As one dead in the bottom of a tomb:
Either my eyesight fails, or thou look'st pale.

ROMEO
And trust me, love, in my eye so do you:
Dry sorrow drinks our blood. Adieu, adieu!

Exit

(Traducción)


(Si no funciona aqui )

 

Sonámbula

<h3>Sonámbula</h3>

ERES EROS

Estoy tan liviana sin ti
que necesito el peso de tu cuerpo
como la rama del puñado de plumas
para poder cantar.
Por eso frágil ahora, inicio el vuelo
del arrullo hacia el encuentro.
Necesito el peso de tu cuerpo
para la danza genital que hace crujir
la quilla de mis huesos y me desarticulo
porque sólo perdiéndome en ti
logro encontrarme.
Sí, eres el eco de mis nuevos deseos.
El más antiguo calendario del amor
se repite en nosotros
y por eso sabemos que esta muerte
es una resurrección ya padecida.
Sálvame de la fragilidad de mi cuerpo
con el huracanado acento de tus músculos.
Entre tanto tapo la boca a los relojes
y me ovillo a la orilla de tus sueños.

Beatriz Zuluaga

Aunque no sea viernes ni fin de semana, algunas noches insomnes vivo sentada a los pies de su cama, por si la sed le despierta con el recuerdo del agua de mis labios.

Delitto e castigo

"De pronto vio a Sonia a su lado. Se había acercado en silencio y se había sentado junto a él. Era todavía temprano y el fresco matinal se dejaba sentir. Sonia llevaba su vieja y raída capa y su chal verde. Su cara, delgada y pálida, conservaba las huellas de su enfermedad. Sonrió al preso con expresión amable y feliz y, como de costumbre, le tendió tímidamente la mano.
Siempre hacía este movimiento con timidez. A veces, incluso se abstenía de hacerlo, por temor a que él rechazara su mano, pues le parecía que Rodia la tomaba a la fuerza. En algunas de sus visitas incluso daba muestras de enojo y no abría la boca mientras ella estaba a su lado. Había días en que la joven temblaba ante su amigo y se separaba de él profundamente afligida. Esta vez, por el contrario, sus manos permanecieron largo rato enlazadas. Rodia dirigió a Sonia una rápida mirada y bajó los ojos sin pronunciar palabra. Estaban solos. Nadie podía verlos. El guardián se había alejado. De súbito, sin darse cuenta de lo que hacía y como impulsado por una fuerza misteriosa Raskolnikof se arrojó a los pies de la joven, se abrazó a sus rodillas y rompió a llorar. En el primer momento, Sonia se asustó. Mortalmente pálida, se puso en pie de un salto y le miró, temblorosa. Pero al punto lo comprendió todo y una felicidad infinita centelleó en sus ojos. Sonia se dio cuenta de que Rodia la amaba: sí, no cabía duda. La amaba con amor infinito. El instante tan largamente esperado había llegado.
Querían hablar, pero no pudieron pronunciar una sola palabra. Las lágrimas brillaban en sus ojos. Los dos estaban delgados y pálidos, pero en aquellos rostros ajados brillaba el alba de una nueva vida, la aurora de una resurrección. El amor los resucitaba. El corazón de cada uno de ellos era un manantial de vida inagotable para el otro. Decidieron esperar con paciencia. Tenían que pasar siete años en Siberia. ¡Qué crueles sufrimientos, y también qué profunda felicidad, llenaría aquellos siete años! Raskolnikof estaba regenerado. Lo sabía, lo sentía en todo su ser. En cuanto a Sonia, sólo vivía para él."

Estas palabras son parte del epílogo de "Crimen y castigo" de Fedor Dostoievski, las he recogido porque para mi esta novela, dónde el conflicto moral es sublime y la crudeza escalofriante, con personajes atormentados que encuentran la salvación a través del sufrimiento, nos da a sus lectores una última esperanza de alcanzar el bien y la felicidad usando un magnífico instrumento, el amor. Disculpadme por mi ingenuidad, pero aun creo que el amor es el único camino para la dicha, el único capaz de redimirnos.

Vivir es fácil y, a veces, casi alegre

<h3>Vivir es fácil y, a veces, casi alegre</h3>

Hoy parece que le he hecho una finta al destino y en este juego he ganado. No es correcto, gano yo en paz, en felicidad, en tranquilidad, pero en realidad gana Carlos en vida. En el pequeño hilo que nos une a esta realidad a veces aparecen tramos deshilachados, y allí estamos sujetándonos, los de arriba gritando :"¡Agárrate bien! ¡No te sueltes!". Y el que esta sujeto a la soga parece desfallecer por momentos, hasta que en un instante preciso su mano pasa al otro lado del trecho medio roto, y entonces respiramos, ha pasado el momento de debilidad, el hilo ha estado a punto de romperse, lo peor ha terminado y ahora sólo queda seguir escalando por la cuerda hasta encontrar el próximo tramo donde volvamos a jugarnos la vida sin red.

La funámbula ha vuelto, más funámbula que nunca, el alambre me espera y a vosotros la pista del circo. Espero seguir distrayendo a los espectadores de este pequeño simulacro circense, entre tanto, gracias, gracias a todos, a la divina y bella comedianta, al caballero gascón, a la gata cinéfila y nómada, al naúfrago que no llega y al caballero delacroix que llegó, al erótico sin dueño, al fantasma escribidor, a la veleidosa llena de vida, al dragón buscado y perseguidor. Gracias, porque en este mundo de imágenes, para mi las palabras siguen valiendo el peso del corazón.

Captando el instante

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Nadar y su esposa o madre

Hoy os traigo a un personaje especial a la pista del circo. Tiene méritos más que suficientes para ser en si mismo circo puro, Gaspar-Félix Tournachon, conocido para todos como Nadar. ¿Quién era Nadar? Es una pregunta difícil de responder, aeronauta, inventor, periodista, caricaturista, explorador y hasta agitador social, pero sobre todo, fotógrafo. Su biografía sería digna de cualquier novela, como ejemplo que uno de sus primeros trabajos fue el de secretario de Charles de Lesseps, hijo del constructor del Canal de Suez. Nacido en París en 1.820, aunque criado en Lyon, de donde era su familia. En 1.842, Nadar decide dedicarse al periodismo y a la caricatura y se traslada a París. Trabajando en la prensa parisina, estalla la Revolución de 1.848 y nuestro amigo Nadar parte con un grupo de exiliados a liberar Polonia, aunque no alcanzó su objetivo, ya que fue detenido al cruzar la frontera alemana y devuelto a París.

En 1.849 funda su propia publicación Revue Comique. En vista del éxito de sus caricaturas decide embarcarse en un proyecto especial, el Panteón Nadar, dónde recogería litografías de los personajes más célebres de la vida parisina. Así toma contacto con la fotografía, con la idea de realizar fotografías de los ilustres retratados y posteriormente hacer sus caricaturas. En 1.853 monta con su hermano Andre un estudio fotográfico, en al calle Saint-Lazare, que se convertiría en un referente para la intelectualidad parisina. Un año después ya tiene preparada la primera entrega del Panteón Nadar con notable éxito.

Charles Baudelaire y Gustave Dore

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Edouard Manet y Victor Hugo

Y así podría haber seguido sus días pacíficamente Gaspar-Félix, pero una mañana de agosto de 1.858 decidió subirse a un gran globo aerostático, Le Géant, y tomar vistas de París y sus alrededores, desde una altura de 80 metros. Las primeras placas no se guardan ya que se contaminaban por el sulfuro de hidrógeno que despedía la válvula del globo. Casualmente, al intentar ahorrar combustible y cerrar la válvula, consiguió placas correctas. Se convirtió así en el pionero de la fotografía aérea. Unido a este interés aeronáutico, hay que mencionar su relación con Jules Verne. Ambos fundaron la Sociedad para la Investigación de la Navegación Aérea. La famosa novela "Cinco semanas en globo" de Verne está claramente inspirada en esa pasión de Nadar, y también en "De la Tierra a la Luna", homenajea a su amigo, dando al protagonista de la novela el apellido de Ardan, anagrama (a los que tan aficionado era Jules Verne) de Nadar.

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Pero tampoco acaban aquí las aventuras de nuestro admirado Gaspar-Félix. Después de un pleito con su hermano, había trasladado su estudio al número 35 del bulevar Des Capucines. Allí se celebraría una exposición que supondría un hito en la historia de la pintura. En 1.874 tuvo lugar en Paris la primera exposición de los impresionistas. Estos habían sido rechazados por el Salón de París y no encontraron mejor lugar para exponer que el taller de Nadar. Si bien es cierto que, aunque me hubiera gustado clasificarle como mecenas artístico, el apoyo del fotógrafo a este acontecimiento fue fruto de la casualidad, ya que los bajos del estudio se alquilaban para albergar exposiciones. De esta manera Gaspar-Félix quedó unido a los nombres de Edgar Degas, Paul Cezanne, Claude Monet, Pierre-August Renoir y Camille Pissarro.

Quedan pequeñas historias de Gaspar-Félix por salir a la pista, como que fue también el primero en fotografiar las catacumbas de París o el primero en realizar una entrevista con fotos, en concreto al químico Michel-Eugène Chevreul. Pero no quiero cansaros y si mostraros un personaje especial o, siquiera, recordároslo.

Seguro que cuando el 21 de marzo de 1.910 el viejo fotógrafo falleció a los 90 años, tenía una sonrisa burlona dibujada en sus labios... ¡Había sobrevivido a todos los personajes del Panteón Nadar!

Jules Verne dijo de su personaje Miguel Ardan en "De la Tierra a la Luna": "Dotado de una naturaleza exuberante, lo veía todo grande, excepto las dificultades y los hombres... Era un bohemio del mundo de lo maravilloso, amigo de aventuras sin llegar a aventurero...". Sin lugar a dudas estas palabras se podrían aplicar al gran Nadar.

Te siento temblar contra mí como una luna en el agua

<h3>Te siento temblar contra mí como una luna en el agua</h3>
Me gustaría poder explicar que es la poesía, pero ya no tengo dieciseis años, en aquellos tiempos pensaba que lo sabía todo sobre poesía, me hallaba en poder del milagro insólito del conocimiento de la poesía. Con el tiempo y la lectura, siempre compulsiva y alborotada, saltando de Cavalcanti a Novalis, de Byron a Bukowski, de Eliot a Kavafis, de Baudelaire a Shakespeare, de Pessoa a Bashô, sorbiendo y apurando hasta el último trago la poesía en castellano, Manrique, Siglo de Oro, romanticismo, generación del 27, exilio interior, novísimos, latinoamericanos... sabiendo que mi tiempo acabará antes de terminar mi ansía de ver y sentir a través del texto poético, me fui dando cuenta de que no sabía absolutamente nada de poesía, y puedo aseguraros que ahora estoy convencida de mi total y rotunda ignorancia.
Para mi la poesía no admite explicaciones, no habla porque su esencia son sus silencios, he dejado de intentar entenderla y buscarle los porqués para dejarme arrastrar por ella, para que pase sobre mi mente y mi cuerpo como una ola impetuosa, limpiando las frías soledades que me atraviesan como ventanales rotos, acompañando mi senda cubierta de magnolias en los días que las nubes se pierden en el horizonte.
Pero no me importa no saber nada de poesía, sólo me interesa lo que siento cuando abro un nuevo poemario, como un tesoro desconocido, esperando encontrar la calma o el desasosiego o cuando recupero esos poemas que ya forman parte de mi, esos que leí siendo yo ese corazón perdido y solitario, esos ojos sin llanto ni lágrimas, esas manos que atizaban carbones encendidos de pasión y deseo, y mis tardes, las tardes infinitas de algún poeta consagrado y mis noches, las noches atormentadas de algún vate olvidado.
Cuando crees que tus sentimientos son únicos, que jamás nadie sintió como tu, que tu felicidad es especial y diferente a la de cualquier ser que haya poblado la tierra o que tu dolor y tristeza son magníficos, extraordinarios por cuanto salen de la normalidad esperada, en esos momentos en que te sientes imprescindible y estas convencido de que el mundo gira a tu alrededor, la poesía te ofrece una inmersión en la humildad, te coloca en tu sitio, antes que tú, otros hombres y mujeres, sintieron y padecieron, lloraron y rieron, tu pena o tu alegría ya ocurrió antes y, más importante aun, ellos supieron contarlo, dejaron el testigo imborrable de su sensibilidad. Y comprendes lo insignificante que eres en el vasto e infinito universo, pequeña mota de polvo entre caminos de piedra y arena.
Porque yo sigo viviendo en la poesía, espero que los poetas sigan descubriendo siempre mis secretos, como, por ejemplo, hoy mismo. Podría usar las palabras de cualquier otro, en mi cabeza saltan los recuerdos de esos cientos de poemas que resolvieron el puzzle de mi alma, o las suyas en otros versos, pero se ilumina la pista central para este poema de Aleixandre:

 

"Se querían"

Se querían.

Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,

labios saliendo de la noche dura,

labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?

Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

 

Se querían como las flores a las espinas hondas,

a esa amorosa gema del amarillo nuevo,

cuando los rostros giran melancólicamente,

giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

 

Se querían de noche, cuando los perros hondos

laten bajo la tierra y los valles se estiran

como lomos arcaicos que se siente repasados:

caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

 

Se querían de amor entre la madrugada,

entre las duras piedras cerradas de la noche,

duras como los cuerpos helados por las horas,

duras como los besos de diente a diente sólo.

 

Se querían de día, playa que va creciendo,

ondas que por los pies acarician los muslos,

cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...

Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

 

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,

mar altísimo y joven, intimidad extensa,

soledad de lo vivo, horizontes remotos

ligados como cuerpos en soledad cantando.

 

Amando. Se querían como la luna lúcida,

como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,

dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,

donde los peces rojos van y vienen sin música.

 

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,

ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,

mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,

metal, música, labio, silencio, vegetal,

mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

 

La china andariega

<h3>La china andariega</h3>

Hoy que se ha dado la noticia de la concesión del Nobel de Literatura al escritor turco Orhan Pamuk, traigo a la pista central a una poeta (me gusta más el término poeta que poetisa) sin Nobel, Alfonsina Storni, "la china" para su círculo íntimo. Las razones de por qué tengo entre mis hojas a la Storni no hay que buscarlas más allá de sus poemas, de sus palabras y de su actitud ante la vida.
Storni nació Sala Capriasca, en el Cantón Ticino de la Suiza italiana en 1892, y murió en Mar del Plata en 1938. Vivió la mayor parte de su vida en Argentina, pasando su infancia en San Juan y Santa Fe, en 1912 se mudó a Buenos Aires, donde trabajó y participó de la vida literaria de principios de siglo.
Fue, quizás, la más conocida de las escritoras argentinas de su generación, la más apreciada y despreciada. Para muchos la "poeta del amor" o "la poetisa de los tristes destinos", "la que se suicidó arrojándose al mar". No obstante, también fue una revolucionaria en el campo teatral y en el de la prosa.
La estética y la política son puntos esenciales en la obra de Storni. En el caso de sus crónicas y artículos periodísticos, muchos de ellos bajo el seudónimo de Tao-Lao, al escribir para el gran público, tuvo que usar un instrumento que ese gran auditorio pudiera entender y poner sus mensajes donde fueran leídos. Sus decisiones estaban basadas en su ideología política: hablar a las masas porque las masas merecen ser educadas e interpeladas, ideales socialistas sostenidos por individuos e instituciones. Esta convicción dio como resultado, una producción heterogénea y renovadora. Storni fue socialista, participó en comités feministas. En la lectura de sus obras, se puede encontrar una coherencia que les faltó a otros escritores de su misma época.
Se mantuvo sola (madre soltera en los años 20) con su hijo en una ciudad hostil a las mujeres y a los extranjeros. Trabajó como secretaria, maestra, preceptora, directora, profesora, periodista. Tuvo que ir de un trabajo a otro, y atravesar la ciudad en múltiples direcciones. Mientras tanto, escribía piezas breves, poesía o prosa.
Por supuesto una mujer valiente como la Storni sólo pudo acobardarse ante lo que no tenía solución, que, por muy romántico que nos resulte, no era el amor imposible, sino una terrible enfermedad terminal. Y así, un día, decidió caminar mar adentro la andariega Alfonsina.
Yo me acerqué a Alfonsina Storni por la poesía, descubriendo después esa otra Alfonsina que os he querido acercar un poco, y de la misma manera que la conocí quiero despedirla, momentáneamente, siempre anda por mi casa sobre cualquier estante, ya que a mí, como a ella, me gusta estar en el alambre, con este pequeño recordatorio:

ALMA DESNUDA

Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.

Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.

Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.

"Irremediablemente" (1.919)

¿Le gusta este jardín, que es suyo? ¡Evite que sus hijos lo destruyan!

<h3>¿Le gusta este jardín, que es suyo? ¡Evite que sus hijos lo destruyan!</h3>
No podría buscar mejor principio que un final. El cónsul también esta en el filo, se mueve entre el alcohol y la redención. O tal vez busca la salvación en el alcohol. En pos de la inmortalidad siguiendo el camino de la ebriedad. "Bajo el volcán" no es sólo una novela con tintes autobiográficos (Lowry acabó sus días a consecuencia del alcoholismo, siguiendo viaje hacia el infierno del vacio), también nos habla de un mundo convulso, a punto de comenzar la Segunda Guerra Mundial, es una obra compleja y profunda, rebosante de rutas e itinerarios a recorrer, un día, doce capítulos, una vida. El autor nos introduce en un ritmo "cinematográfico" (Lowry también intentó ganarse la vida escribiendo guiones aunque sin demasiada suerte), dejando la ventana abierta a nuestros ojos curiosos. A cada lector le comunicará algo, la complicidad de Lowry se hará patente con cada uno de nosotros que tomemos la decisión de embriagarnos con el cónsul Firmim.

Dice el propio autor en el prólogo a su primera edición francesa de 1.949, recogido por la edición española de Tusquets:

"Esta novela, para emplear la frase de Edmund Wilson, tiene como tema las fuerzas que moran en el interior del hombre, y que le llevan a asustarse de si mismo. El tema es también el de la caída del hombre, el de sus remordimientos, el de su incesante combate hacia la luz bajo el peso del pasado, el de su destino. La alegoría es la del Jardín del Edén, y el jardín representa este mundo, del que corremos el riesgo de ser expulsados, quizá ahora un poco más que en el momento en que escribí el libro. "

No importa que de sus palabras saliera una buena película, que intentara recoger la tradición de Dante escribiendo su infierno particular en esta novela, lo verdaderamente primordial es, que si aun no habéis probado el mezcal en una cantina de Quauhnahuac, es el momento de hacerlo.

 

Escribía Lowry entre sus poemas este epitafio:

 

Malcolm Lowry

Late of the Bowery

His prose was flowery

And often glowery

He lived, nightly, and drank, daily,

And died playing the ukulele.

 

(Traducción de Javier Marías: Malcolm Lowry / difunto de la calle Ebria / su prosa fue florida / y a menudo airada / Vivió, noche a noche, y bebió, día a día, / y murió tocando el ukelele)

 

Desde aquí entono una invocación por el insigne borracho, que le haya sido concedido el paraíso de su infierno. Gracias Mister Lowry.