Los surcos del azar
Salió del portal con la cabeza alta. La primavera acababa de instalarse en la ciudad, una primavera vestida de verano con un mediodía que cuarteaba el barro acumulado en los charcos dejados por los camiones que regaban las calles de madrugada. Hacía calor y tenía unas horas por delante para pasear. Sin saber muy bien a donde dirigirse, enfiló la calle, con zancadas rápidas y rítmicas. Por un infantil pudor siempre que andaba lo hacía deprisa, como si llegase tarde a alguna cita importante. Pensaba que si lo hacía despacio, saboreando cada paso, la gente con la que se cruzaba se preguntaría que dónde iba aquella mujer caminando lentamente y, peor aún, sentirían lástima por ella ya que supondrían que nadie la esperaba. Mejor rápido. Siguió andando y sobre la marcha de sus pies decidió ir a su librería favorita, calculó que tardaría casi una hora, suficiente tiempo para reflexionar. Después se dio cuenta de que ese camino la llevaría por paisajes conocidos, paisajes que tal vez la traerían algún recuerdo que no sabía si quería despertar. O sí. Inconscientemente es probable que eligiera esa ruta y no otra, creyendo en las probabilidades. Fue calculando las posibilidades que tenía de encontrarse con él en una ciudad de tres millones de habitantes y seiscientos kilómetros cuadrados. Jugaba a favor del azar que las calles que recorría eran frecuentes para él y que la hora no resultaba inusitada. En cualquier caso desechó la idea a mitad de camino, era una tontería, un pequeño ardid con el que engañarse a si misma.
Avanzaba decidida entre cientos, miles de personas que si se entretenían en los escaparates, en los bares, personas que si habían quedado y andaban con un objetivo claro, integrándose en ellas, sintiéndose parte de ese maremagnum de seres, coches, aceras, asfalto... Entonces le vio, venía andando en dirección contraria a la suya por la acera de enfrente. Dudó si llamarle, si dejarle pasar, fueron apenas unos segundos y transcurrieron lentamente, se dilataron indefinidamente, como si el tiempo hubiera quedado suspendido, aletargado, perdido entre los recovecos de su cerebro. De repente notó que él iba mirando el suelo y un destello se iluminó en su interior, seguramente él la había visto incluso antes de que ella lo advirtiese por la acera contraria, y no quería verla, ni encontrarse con ella, por eso miraba concienzudamente hacia sus propios pies, hacia los pasos que daba. Sintió una mezcla de tristeza y alivio. Tristeza porque en su interior sabía que ese era el objetivo real de su camino, la probabilidad de encontrarle, y alivio porque acababa de tomar la decisión. Siguió andando con la cabeza alta, mirando al frente, se cruzaron, cada uno por su lado de la calle, sin una palabra, sin una mirada.
Imaginó que en la vida todo es cuestión del destino, unos metros antes estuvo a punto de cruzar y cambiar de acera, pero recordó que cuando se citaban, él siempre llegaba por esa misma acera, por la que ella se empeñaba en recorrer. Mala suerte o buena suerte. Unos minutos después si cruzó al otro lado y siguió andando durante bastantes metros con la absurda idea de que él iba detrás de ella, siguiendo sus huellas. Ni un sólo momento se giró por no romper el hechizo de la ilusión. Cuando se acercaba a la librería descartó esa posibilidad, e intento consolarse pensando que el destino había querido jugar con ella, pero, más lista que ese azar juguetón, había desbaratado sus planes y salido victoriosa de la pequeña batalla. Era un consuelo ridículo porque quizás él no la viese y, además, ¿quién podía saber si en realidad los hados lo que pretendían era darla una oportunidad? Oportunidad que terminaba de tirar al cubo de las acciones y determinaciones que nunca osó cometer
Entró en la librería y tras hojear algunos de los muchos volúmenes que poblaban sus estantes, compró el libro que le hubiera regalado a él para su cumpleaños. Y salió, con la cabeza alta y andar decidido, nunca se sabe cuando una tiene cita con el azar.
13 comentarios
Vere -
ladydark -
Anna, bienvenida y ¡que envidia me da! (Por la playa sobre todo)
NoSurrender cuando lo escribí no pensé en lo de la vista, mira que si encima era miope... Mejor que no la guste asi tiene una excusa para regalarselo a él (otro empujón del azar :P)
Peggy estoy contigo hay mucho de búsqueda en el azar que nos toca, besos preciosa.
Itoitz siento que sea una mala mañana, ya verás como amanecen pronto otras infinitamente mejores, un abrazo.
C. vivimos entre utopías, lástima que no siempre resulten posibles por definición, un besazo.
C. Martín -
Itoitz -
Abrazos.
peggy -
:) kiss
NoSurrender -
Anna -
gatavagabunda -
ladydark -
lavso un lujo que sigas pasando por aqui, yo prometo ponerme al día mañana que en Madrid es fiesta y leer todo lo que me falta de la zona quest.
Charles gracias por tus palabras, me gusta la resolución de la decisión, dejando puertas abiertas, por si acaso :).
Jafatron, en efecto, me he hecho una promesa que no cumpliré, colgar de vez en cuando algún relato. Cuando escribo hay una parte real, otra que he imaginado, otra que me contaron, en fin una amalgama de sensaciones y pensamientos, mezclando realidad y fantasia.
Jafatron -
O tal vez esté yo equivocado y tenga más de recuerdo que de relato. En cualquier caso, me alegra redescubrirte en tus pensamientos escritos.
Charles de Batz -
Delicioso, es un texto realmente maravilloso. Un camino interior en el que se exterioriza un recorrido ciertamente agridulce por aquellas sendas que sólo uno mismo conoce, y cuya geografía nos resulta tan difícil de trazar. En ello hay mucho mérito.
Veo un triunfo en la autoafirmación que cierra el texto, y eso me alegra.
Salud
lavsodelosa -
Salute.
Max E. -